sábado, 18 de diciembre de 2010

¿Qué he aprendido?

    Empezaré señalando una de las cosas que más me ha servido desde que empecé a utilizarla: el método mapping. Antes no sabía ni qué era, probablemente era la primera vez que escuchaba acerca de este, pero en cuanto he empezado a utilizarlo me he dado cuenta la facilidad con la que empecé a ordenar mis ideas en los diversos trabajos que tenía (porque claro, trabajos hay en todas las asignaturas y ¡Hay que ver cómo cuesta el sólo hecho de poner claras las ideas!).  Estos métodos de organización y planificación son cosas que se echan en falta muchísimo, sobre todo porque nadie nos dice cómo tenemos que hacer las cosas, nadie nos enseña a organizarnos, a planificar, incluso a hacer un trabajo; el hecho de que existan diferentes métodos muy innovadores para llevar a cabo diferentes tareas convierte el asunto en algo muy interesante pero a la vez en algo triste porque nadie nos informa o nos dice que existen, y quiero recordar (y es una cosa que he aprendido en estos dos meses también) que nadie aprende solo. Me gustaría mucho aprender más cosas como esta, que yo creo que son muy importantes a parte de aprender a repetir la teoría de Durkheim o la de Weber, como se nos enseña según el Plan de estudios.
   Una cosa que siempre recuerdo e intento recordar es la frase “todos somos igual de inteligentes, sólo que hay quienes tienen más voluntad”, esto porque ¿a quién no le ha ocurrido nunca el sentir que no es capaz o que no es tan brillante como él de al lado?, yo creo que a todxs y más de lo que imaginamos, a mí misma muchas veces, y no necesitamos que nos cuenten lo frustrante que es. A veces como estudiantes y como personas necesitamos apoyo, necesitamos frases que nos den un “empujoncito”  y creo recordar que esto no es algo nos sucedan todos los días, lo digo yo que muchas veces he estado hundida en el “no puedo” y esto no es muy reconfortante que digamos. Gracias por esta frase, Roberto.
    Debo decir además que el hecho de hablar y argumentar en público era para mí (y puede que siga siendo en gran parte) uno de mis temores más grandes, pero a principio de año decidí que este curso lo intentaría, que no debía dejarme vencer por ese miedo y como muchas otras cosas sabemos que cumplir ese objetivo es muy complicado. Y bueno, debo señalar que esta asignatura ha contribuido a ello, muchas veces he sentido la sensación desagradable de no querer por nada del mundo tener que hablar, de que por favor al profesor no se le ocurra preguntarme porque no sabré que decir simplemente por el hecho de que en ese momento producto del temor ya estaba terriblemente bloqueada (si alguna vez se han sentido así comprenderán profundamente lo desagradable que resulta), pero poco a poco, aunque los demás no lo notaran y siempre hayan tenido la percepción de que a mí no me resultaba nada complicado ya que esa es una ilusión producto del control que trataba de ejercer sobre mí misma, he ido superando ese miedo, poco a poco he ido sintiendo como el hecho de tener que hacerlo voluntariamente iba soltándome y permitiéndome enfrentar mis miedos conmigo misma, todo esto pasito a pasito me ha ido dando resultados y eso tengo que agradecérselo a todos y a todas; a Roberto porque como profesor su presencia y actuación es imprescindible para haberlo podido llevar a cabo, y a ustedes por mostrarse amables y dispuestxs a escuchar cualquier cosa que me saliera en el momento de manera respetuosa y tranquilamente.
    Por cierto, ahora que estoy leyendo los capítulos que tenemos que leer del libro de P. Sweezy me están pareciendo una maravilla, muy comprensibles y aclaradores, y este libro por supuesto yo antes no lo conocía.
    Otra cosa que quiero decir es que si en algún momento dejé de escribir en este blog fue por lo que muchas veces nos pasa a todxs: el decir “¿y qué hago?” para de ello pasar al “no puedo”, y con lo cual lo siguiente suele ser abandonarlo y sentirse mal. Pero creo que he aprendido a que todxs tenemos diferentes momentos y siempre hay uno para decirse a unx mismx: “hey, ahora es el momento, hay que ponernos y ya veremos que esta vez si nos sale bien”, y efectivamente, nos sale bien, sólo es cosa de cambiar de actitud, aunque nos cueste, y que nos cuesta. En este caso, muchas gracias por la paciencia.
    Bueno, pues, finalmente decir que yo creo que siempre en una asignatura se aprende algo, y en este caso he aprendido muchas cosas. Lo bueno es que aún nos queda un mes para seguir haciéndolo y para seguir compartiendo con ustedes muchas cosas. Intentaré responder a su paciencia y a su amabilidad como se merecen, intentaré compartir cosas interesantes por este mismo medio y muchas gracias por compartir conmigo ustedes también.

Introducción al “ANTI-DURING” de F. Engels, de M. Sacristán (Resumen)

¿Qué es una concepción del mundo?
Este texto se inicia respondiendo a la pregunta que plantea, señala que una concepción del mundo no es un conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Una concepción del mundo sería, en cambio, una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto, reacciones rápidas y acríticas a una serie de estímulos morales, una serie de principios o creencias que están explícitas en la consciencia de la vida cotidiana.
Estos elementos de la cultura cotidiana están explícitos en la cultura y en la sociedad y esta contiene, además, una serie de afirmaciones respecto a la naturaleza del mundo físico y a la vida, así como también un código de estimaciones de conducta. Sin embargo, el hecho de que estos elementos estén explícitos en la sociedad y la cultura no quiere decir que se pueda averiguar a partir de ellos cuál es la concepción del mundo realmente activa en esa sociedad porque estos no son un reflejo directo de la realidad social. Este reflejo  muchas veces tiene mucho de ideología, detrás de un principio se puede entrever otras creencias.
Pero para establecer una relación entre la concepción del mundo y la ciencia positiva basta con atender a los aspectos de cada una. Las concepciones del mundo, por ejemplo, solían siempre estar basadas en puntas concentradas y conscientes en forma de credo religioso-moral o de sistema filosófico. Pero esto se dio hasta el siglo IXX, época en la que las ciencias positivas le arrebatan a la filosofía sistemática diferentes campos temáticos y esta responde afirmando  un repertorio de supuestas verdades superiores a las de toda la ciencia, la concepción del mundo quiere ser un conocimiento real del mundo de la misma manera en que lo es la ciencia.
Ante esto la ciencia logra imponer su posición ya que se basa en un conocimiento intersubjetivo. Esto quiere decir que todas las personas adecuadamente preparadas pueden entender su formulación del mismo modo y esto es algo de lo que carecen la filosofía sistemática y los dogmas religiosos. Así, el conocimiento científico-positivo va destronando al conocimiento de las cosas del mundo y al pensamiento de la filosofía sistemática tradicional.
De esta manera, el no resistir a la falsación y el no ser un conocimiento intersubjetivo es lo que diferencia a la concepción del mundo del conocimiento científico, pero esta diferencia no quiere decir que no se relacionen mutuamente. Ambas están relacionadas, pueden apoyarse, y se debe ser consciente de esta relación para poder diferenciarlas.
LA CONCEPCIÓN MARXISTA DEL MUNDO
La concepción marxista (“concepción materialista y dialéctica del mundo”) aspira a terminar con la obnubilación de la consciencia, con la presencia en la conducta humana de factores no reconocidos o idealizados. Esta liberación de la consciencia presupone la liberación de la práctica, y esto porque la concepción marxista del mundo no se considera superior al conocimiento positivo; la concepción marxista no es una filosofía sino una simple concepción del mundo que tiene que sostenerse en las ciencias reales. En ella queda superada la filosofía en cuanto a su forma y preservada en cuanto a su contenido real.
No se supone a la filosofía como un sistema superior a la ciencia sino como un nivel del pensamiento científico. El de la inspiración del investigar y de la reflexión sobre su marcha y sus resultados.
No se puede dar la explicación a unos fenómenos a través de otros fenómenos, la realidad debe ser explicada a partir de sí misma. Este materialismo es uno de los dos principios fundamentales de la “concepción comunista del mundo”. El otro es el principio de la dialéctica que  se inspira y parte de las limitaciones del hacer científico-positivo.
El materialismo se realizaría, entonces, a través de una metodología analítico-reductiva mediante la eliminación de factores irracionales en la explicación del mundo a través de una reducción analítica de las formaciones complejas generando modelos más simples y homogéneos. Esto podría conducir a que el aspecto cualitativo pierda relevancia pero permite introducirse mejor en la realidad y producir mejores conceptos.
Esto podría llevar a que se pierda una parte de lo concreto, una parte decisiva para la individualización de los objetos; pero la tarea de la dialéctica materialista consistiría aquí en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo.

LECTURA Nº1 (Resumen)

¿Qué es la ciencia? , de G. Longo
En este texto Longo nos introduce al tema con una definición de ciencia establecida por Schumpeter: “Es ciencia cualquier tipo de conocimiento que haya sido fruto de esfuerzos conscientes para perfeccionarlo. Estos esfuerzos producen hábitos mentales –métodos o técnicas- y un dominio de los hechos descubiertos por esas técnicas”. Esta definición para longo es un ejemplo del empirismo puro, por tanto sólo es utilizable en el ámbito estrictamente empírico. Cuando estemos fuera de este ámbito podremos quedarnos con esta definición pero deberemos profundizar en su concepto.
La finalidad del conocimiento y por lo tanto de la investigación científica es descubrir las normas y leyes del universo empírico que rodea al hombre y este conocimiento consta de tres aspectos elementales:
1.       Descripción de la realidad (Mostrar la necesidad de los objetos).
2.       Explicación. La realidad debe ser explicada a partir de sí misma, sin añadir elementos que no pertenezcan a ella.
Pero la ciencia, más allá de explicar el mundo debe comprenderlo. Y es por esto que la historia del conocimiento es la historia de cómo la Humanidad se ha explicado el mundo real:
-          En un principio dando a los fenómenos causas y relaciones fantásticas;
-          después, pasa a hipotetizar  causas y relaciones reales;
-          y finalmente conociendo las relaciones que se establecen objetivamente entre los fenómenos de la realidad.

Es esta concepción de de explicar la realidad a partir de esta misma y sin introducir ningún elemento que se encuentre fuera de ella la que diferencia a la ciencia de lo que no es ciencia (creencias, ideologías, fe, etc.).
Este punto y su aplicación a todos los fenómenos nos lleva directamente a lo que es el materialismo filosófico. La necesidad de explicar la realidad objetiva a partir de ella misma es la base de todo materialismo y de toda filosofía coherentemente científica. El marxismo, entonces, es la primera concepción del mundo basada total y exclusivamente en la ciencia.

3.       El conocimiento es sólo una parte de la actividad humana y no puede ser nunca un fin en sí mismo. Se desea conocer el mundo para poder modificarlo de acuerdo a sus necesidades.

Longo nos dice que el pensamiento, la acción, el conocimiento y la praxis se condicionan mutuamente, pero la no es una unión directa sino mediata, a través del conocimiento y de la cognición. Así, el conocimiento conduce a la cognición y es premisa de la acción y esta  es a la vez el fin último del conocimiento.
Pero, señala Longo, la actividad cognoscitivo puede ni debe orientarse hacia la consecución de resultados prácticos o hacia la acción, sino que debe tratar de llegar a la cognición. La ciencia no tendrá por objetivo la praxis sino la búsqueda de la verdad de las cosas.
La relación esquemática  entre ciencia y praxis sería la siguiente: actividad cognoscitiva – cognición e interpretación de la realidad – praxis destinada a modificar la realidad.
Además, la praxis ha de ser colectiva mientras que el pensamiento debe ser individual y ambos son fenómenos sociales que no existen al margen de la sociedad humana.
Por último, indica Longo, el desarrollo de la acción no coincide con la del pensamiento, aunque se encuentre un hombre que posea ambas cualidades de acción y de ciencia (que no suele ser común en nuestros días debido a la especialización del trabajo), esa persona será en un determinado momento hombre de acción o de ciencia pero no de ambas al mismo tiempo. El hombre de ciencia nunca deberá preocuparse por las consecuencias prácticas de su investigación si quiere tener éxito en su investigación y deberá tratar de que los prácticos no la obstaculicen; completamente contrario al caso del hombre de acción.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Wikileaks y lo que realmente ocurre en política

Durante estas semanas estamos siendo testigos de la comprobación de algo que ya sabíamos, que quizá ya suponíamos pero que no contrastábamos completamente. Wikileaks ha puesto de manifiesto cómo funciona la política y lo poco que sabemos de lo que en realidad ocurre. Si pensamos en el sistema político o en el sistema social  nos queda claro que  debemos tener en cuenta  que el modelo y la realidad son dos cosas completamente diferentes. El modelo, político o social, es un sistema democrático en el que todxs participan y todxs opinan, un modelo de justicia, de igualdad, de libertades; pero muy bien sabemos que tan lejos estamos de esto, muy bien nos imaginamos o intuímos que las cosas no funcionan así precisamente y que la realidad es diferente. Cuando hablamos de un modelo en el que se tenga en cuenta la ética, en tanto que acciones positivas o negativas para el resto de individuos, probablemente nos demos cuenta que de lo que estamos hablando es del modelo y no de la realidad. Lo que creo que ha hecho Wikileaks es hacer una radiografía de la realidad  y poner sobre la mesa diversos elementos del funcionamiento político que nos es ajeno, situaciones de las que no sabemos absolutamente nada. Wikileaks ha hecho que se nos evapore la idea de que la política funciona según la ética y  cuestiones morales, nos ha dicho: la política no funciona así, no, la política funciona según relaciones de poder, y aquí quien tiene poder es quien actúa y define los hechos.

sábado, 4 de diciembre de 2010

"Teoría King Kong"

Releía Teoría King Kong de Virginie Despentes y me maravillaba con ello. Aquí les dejo una pequeña parte de uno de los textos más frescos que he leído, pero a la vez, de los más intensos e instruídos.

"Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena
chica. Y empiezo por aquí para que las cosas queden claras: no
me disculpo de nada, ni vengo a quejarme. No cambiaría mi
lugar por ningún otro, porque ser Virginie Despentes me parece
un asunto más interesante que ningún otro.
Me parece formidable que haya también mujeres a las que les
guste seducir, que sepan seducir, y otras que sepan casarse,
que haya mujeres que huelan a sexo y otras a la merienda de
los niños que salen del colegio. Formidable que las haya muy
dulces, otras contentas en su feminidad, que las haya jóvenes,
muy guapas, otras coquetas y radiantes. Francamente, me
alegro por todas a las que les convienen las cosas tal y como
son. Lo digo sin la menor ironía. Simplemente, yo no formo
parte de ellas. Seguramente yo no escribiría lo que escribo si
fuera guapa, tan guapa como para cambiar la actitud de todos
los hombres con los que me cruzo. Yo hablo como proletaria
de la feminidad: desde aquí hablé hasta ahora y desde aquí
vuelvo a empezar hoy. Cuando estaba en el paro no sentía
vergüenza alguna de ser una paria, sólo rabia. Siento lo mismo
como mujer: no siento ninguna vergüenza de no ser una
tía buena. Sin embargo, como chica por la que los hombres se
interesan poco estoy rabiosa, mientras todos me explican que
ni siquiera debería estar ahí. Pero siempre hemos existido.
Aunque nunca se habla de nosotras en las novelas de hombres,
que sólo imaginan mujeres con las que querrían acostarse.
Siempre hemos existido, pero nunca hemos hablado.
Incluso hoy que las mujeres publican muchas novelas, raramente
encontramos personajes femeninos cuyo aspecto físico
sea desagradable o mediocre, incapaces de amar a los hombres
o de ser amadas. Por el contrario, a las heroínas de la literatura
contemporánea les gustan los hombres, los encuentran
fácilmente, se acuestan con ellos en dos capítulos, se
corren en cuatro líneas y a todas les gusta el sexo. La figura de
la pringada de la feminidad me resulta más que simpática: es
esencial. Del mismo modo que la figura del perdedor social,
económico o político. Prefiero los que no consiguen lo que
quieren, por la buena y simple razón de que yo misma tampoco
lo logro. Y porque, en general, el humor y la invención
están de nuestro lado. Cuando no se tiene lo que hay que tener
para chulearse, se es a menudo más creativo. Yo, como
chica, soy más bien King Kong que Kate Moss. Yo soy ese
tipo de mujer con la que no se casan, con la que no tienen hijos,
hablo de mi lugar como mujer siempre excesiva, demasiado
agresiva, demasiado ruidosa, demasiado gorda, demasia
siado brutal, demasiado hirsuta, demasiado viril, me dicen.
Son, sin embargo, mis cualidades viriles las que hacen de mí
algo distinto de un caso social entre otros. Todo lo que me
gusta de mi vida, todo lo que me ha salvado, lo debo a mi virilidad.
Así que escribo aquí como mujer incapaz de llamar la
atención masculina, de satisfacer el deseo masculino y de contentarme
con un lugar en la sombra. Escribo desde aquí,
como mujer poco seductora pero ambiciosa, atraída por el dinero
que gano yo misma, atraída por el poder de hacer y de
rechazar, atraída por la ciudad más que por el interior, siempre
excitada por las experiencias e incapaz de contentarme
con la narración que otros me harán de ellas. No me interesa
ponérsela dura a hombres que no me hacen soñar. Nunca me
ha parecido evidente que las chicas seductoras se lo pasen tan
bien. Siempre me he sentido fea, pero tanto mejor porque
esto me ha servido para librarme de una vida de mierda junto
a tíos amables que nunca me habrían llevado más allá de la
puerta de mi casa. Me alegro de lo que soy, de cómo soy, más
deseante que deseable. Escribo desde aquí, desde las invendibles,
las torcidas, las que llevan la cabeza rapada, las que no
saben vestirse, las que tienen miedo de oler mal, las que tienen
los dientes podridos, las que no saben cómo montárselo,
ésas a las que los hombres no les hacen regalos, ésas que follarían
con cualquiera que quisiera hacérselo con ellas, las más
zorras, las putitas, las mujeres que siempre tienen el coño
seco, las que tienen tripa, las que querrían ser hombres, las
que se creen hombres, las que sueñan con ser actrices porno,
a las que les dan igual los hombres pero a las que sus amigas
interesan, las que tienen el culo gordo, las que tienen vello
duro y negro que no se depilan, las mujeres brutales, ruidosas,
las que lo rompen todo cuando pasan, a las que no les
gustan las perfumerías, las que llevan los labios demasiado rojos,
las que están demasiado mal hechas como para poder vestirse
como perritas calentonas pero que se mueren de ganas,
las que quieren vestirse como hombres y llevar barba por la
calle, las que quieren enseñarlo todo, las que son púdicas porque
están acomplejadas, las que no saben decir que no, a las
que se encierra para poder domesticarlas, las que dan miedo,
las que dan pena, las que no dan ganas, las que tienen la piel
flácida, la cara llena de arrugas, las que sueñan con hacerse un
lifting, una liposucción, con cambiar de nariz pero que no
tienen dinero para hacerlo, las que están desgastadas, las que
no tienen a nadie que las proteja excepto ellas mismas, las
que no saben proteger, esas a las que sus hijos les dan igual,
esas a las que les gusta beber en los bares hasta caerse al suelo,
las que no saben guardar las apariencias; pero también escribo
para los hombres que no tienen ganas de proteger, para los
que querrían hacerlo pero no saben cómo, los que no saben
pelearse, los que lloran con facilidad, los que no son ambiciosos,
ni competitivos, los que no la tienen grande, ni son agresivos,
los que tienen miedo, los que son tímidos, vulnerables,
los que prefieren ocuparse de la casa que ir a trabajar, los que
son delicados, calvos, demasiado pobres como para gustar, los
que tienen ganas de que les den por el culo, los que no quieren
que nadie cuente con ellos, los que tienen miedo por la
noche cuando están solos.
Porque el ideal de la mujer blanca, seductora pero no puta,
bien casada pero no a la sombra, que trabaja pero sin demasiado
éxito para no aplastar a su hombre, delgada pero no obsesionada
con la alimentación, que parece indefinidamente
joven pero sin dejarse desfigurar por la cirugía estética, madre realizada
pero no desbordada por los pañales y por las tareas del colegio,
buen ama de casa pero no sirvienta, cultivada pero menos que un hombre,
esta mujer blanca feliz que nos ponen delante de los ojos,
esa a la que deberíamos hacer el esfuerzo de parecernos,
a parte del hecho de que parece romperse la crisma por poca cosa,
nunca me la he encontrado en ninguna parte.
Es posible que incluso no exista."

domingo, 7 de noviembre de 2010

Desviadas

   
Podemos establecer una relación entre fracaso social y desviación.  Es un desviado social aquel que no haya podido cumplir con los objetivos que la sociedad le impone, que no se puede identificar con aquel tópico que requiere alcanzar una determinada posición económica y social, y que si no se ha cumplido automáticamente se pasa a ser parte de los “fracasados sociales”. Podría aclarar un poco más este asunto, pero en esta ocasión no me compete, esto es sólo un pretexto. Quiero hablarles de otra cosa.
Entonces, un hombre que incumple los requerimientos sociales de triunfo en la vida (probablemente en su mayor parte económicos) podrá ser un desviado.  ¿Y una mujer? Buena pregunta. Durante años el matrimonio y los hijos se consideraron los objetivos de una mujer, si no se casaba y no se tenían hijos ya se podía considerar un fracaso de mujer. Pero para ello primero era un requisito gustarle a un tipo, de esta manera él se casaría con ella y así la sociedad ya no la consideraría una “solterona”. Pero claro, para conseguir ese fin tenía que haber un medio que permitiese llegar a él. De esta manera, una mujer debía ser guapa para agradar a un hombre; ser guapa era un medio para conseguir un fin: casarse. Las décadas han pasado y quizá ahora no convendría hablar sólo de casarse y de tener hijos, quizá sí podríamos hacerlo de lo que significa en nuestras sociedades  ligar o simplemente enrollarse con alguien, digamos, “un momento”. Pero últimamente nos hemos dado cuenta de  que, felizmente, hemos comprendido que existe el divorcio, que se puede calcular el número de hijxs, que hay  muchos países que contemplan el aborto libre y en condiciones, que podemos decidir sobre nuestros cuerpos, entre otras cosas. El problema es que esa decisión sobre nuestros cuerpos no está completa: aún deciden muchas veces por nosotras, y lo que es peor, nos inducen a maltratar nuestros cuerpos en pro de un ideal que nunca alcanzaremos: nos cuentan el cuento de que siendo bellas y guapas lograremos lo que queremos y estaremos realizadas. Nos meten por los ojos prototipos hegemónicos de belleza occidental terriblemente agobiantes, nos dicen que alimentando ese consumismo puro y duro que está implícito en la búsqueda de aquel ideal de belleza estaremos “realizadas”.  Al centro del asunto: si un hombre se considera un fracasado social cuando no ha obtenido los requerimientos económicos impuestos socialmente,  una mujer que no es lo que esta sociedad considera como guapa y atractiva es una “fracasada social”, vamos, una desviada. Así, lo que antes era un medio para conseguir un fin se ha vuelto ahora el fin en sí mismo. Ahora esta es la realidad. No importa si a parte de fea o bella poseemos otras características, todo lo demás son o puntos a favor o puntos en contra, lo importante es ser guapa. Nuestro fracaso, aunque va de la mano del fracaso en términos económicos, es ser feas; nuestro fracaso es no ser lo suficientemente guapas como para agradarle a un tipo; nuestro fracaso es no estar maquilladas, no estar vestidas adecuadamente, no ser delgadas, no estar operadas, no tener la cara o el cuerpo perfecto. Nuestro fracaso se reduce a hacerle cosas a nuestro cuerpo para agradarle a un tipo. ¡Y que no nos cuenten el cuento de que  todo  lo que nos hagamos para ser “bellas” nos traerá seguridad y hará de nosotras las super woman, porque es mentira! Seguridad es lo que le trae a las arcas del mercado de la belleza y la estupidez. Nuestro fracaso se reduce a esto. Somos unas desviadas. Lamentable.


 

¿Las marcas? ¿Qué ocurre?

Cuando pensamos en una marca probablemente se nos venga a la mente una imagen o símbolo con muchos elementos involucrados en ella pues probablemente forme parte de nuestro imaginario cultural y del entorno que nos rodea; podríamos decir incluso que las marcas hacen cultura y que nos envuelven en ellas. Una marca es un distintivo o señal que el fabricante pone a los productos de su industria y cuyo uso le pertenece exclusivamente[1] (es esta la definición que nos da la RAE para marca de fábrica).  Pues bien, en este ensayo pretendemos hacer un pequeño repaso por lo que significan las marcas y cómo se han configurado hasta llegar a ser ahora un elemento de fundamental relevancia dentro de nuestra sociedad de consumo.
Mc Donal’s, Coca Cola, Nike o Converse son sólo algunas de las grandes marcas que en cuanto estamos en algún espacio público o privado no tardan en saltar a la vista mediante sus anuncios publicitarios. De hecho es impresionante como la cultura y la sociedad han adoptado a las marcas como un estilo de vida; por ejemplo, si pensamos en los jóvenes podemos observar como marcas como Converse, Vans, Tomy Hilfiguer o Nike (sólo por mencionar unas pocas) representan no sólo empresas y productos sino que se han constituido como símbolos de identidad y de pertenencía; de esta manera, no es lo mismo ser un chico Vans que un chico sin marca, o una chica usuaria de Dolce y Gabbana que una chica que compra ropa en un mercadillo. Y lo mismo podemos decir de cualquier grupo: tenemos Barbie para las niñas; Dior como el estilo de vida de mujeres elegantes; Calvin Klein para hombres seguros e increíblemente masculinos; Danone para el consumo de productos alimenticios de “calidad” y así podríamos pasar lista a un sinfín de nombres que  han construido símbolos de representación para cualquier grupo social. Las marcas se han establecido no sólo como logos o símbolos de un determinado objeto, sino que se han convertido en una forma de ser, en una manera de pertenecer a algo, de ser como algo que es anhelado y de lo que la publicidad se encarga de que la gente anhele. Para ir al centro del asunto: No hay día que no percibamos una marca ni persona que escape a ellas.
Así, como mencionábamos antes, de ninguna manera será lo mismo utilizar una determinada marca que utilizar un producto con una marca sin relevancia. Además debemos añadir que las marcas se relacionan ahora con todas las esferas de la vida social, las encontramos en todos lados: la música, los medios de información, el arte, el transporte, los deportes, las celebridades, etc. Pero, ¿Cómo hemos llegado a este punto? Hagamos una brevísima anotación sobre lo que es el Capitalismo para poder contemplar lo que las marcas han supuesto dentro de este sistema económico y por lo tanto de esta sociedad.
Quizá debamos partir por apuntar que el Capitalismo es un sistema económico mundial que  se basa en la acumulación de capital y en la obtención de beneficios, y que además se caracteriza por una división internacional del trabajo[2]. Este, en tanto que sistema histórico, se originará en los siglos XV y XVI (época en  que se dan las condiciones para su establecimiento como sistema mundial) y que vendrá desarrollándose hasta nuestros días. Pues bien, si pensamos en la Revolución industrial, etapa clave de este sistema económico, podemos percibir que la producción a partir de esta (incluso antes, pero ahora con otros matices por la revolución de las formas de producción debido a los cambios tecnológicos)  es el centro de atención de la economía, pero a partir de ello podemos señalar que por increíble que parezca (más aún tomando en cuenta la importancia que tiene la producción en el sistema económico mundial) un nuevo concepto y su establecimiento han llegado en las últimas décadas a sustituirla en importancia dentro del mundo empresarial, este concepto desarrollado sobretodo en las últimas décadas del siglo XX, y más o menos a partir de 1980 pues será cuando cobrará su mayor auge, este será el concepto de marca.
Así, durante el siglo XX la marca cobrará más importancia que la propia producción. Esto se deberá, como nos cuenta Naomi Klein, a que los empresarios se empiezan a dar cuenta, sobre todo en etapas de recesión, que quienes habían logrado constituir en su producto una señal que se integrara en la sociedad haciendo que las personas se involucren sentimentalmente con ellas y que entablen una relación de identificación habían logrado que su producción sobreviviera con fuerza a la posible caída que les hubiera supuesto la enorme competencia de productos semejantes, y que además esto había incrementado resonantemente los beneficios obtenidos y otorgado un aumento del valor de las empresas. Debemos considerar la marca como el significado esencial de la gran empresa moderna, y la publicidad como un vehículo que se utiliza para transmitir al mundo ese significado (2007:36), de esta manera la publicidad y el branding[3] cobrarán una vital importancia en el mundo empresarial. Es la publicidad una de las armas más importantes del sistema económico, sin ella no sería posible el hecho de que la gente desee comprar una determinada marca; es ella además la que se encarga de crear estereotipos, sensaciones y de vender esto a la gente: las personas no sólo compran objetos, compran en primer lugar lo que esa marca significa, así, cuando observamos la publicidad de un auto o de un perfume no se nos está intentando vender ese auto o ese perfume simplemente, en su lugar la intención primera es meternos por los ojos el deseo de tener a la chica que acompaña el auto o la sensación de ser la persona que vemos que utiliza ese perfume, de ser como ella.
La empresas empezaron a comprender que lo que realmente vendía sus productos no eran estos en sí mismos, sino que eran las marcas que habían dado a ellos ese potencial, ese lazo entre los consumidores y sus productos, aquello que hacía que las personas se sientan identificadas con un determinado objeto, o más bien con una determinada marca. De esta manera a partir de la década de los ochenta las marcas experimentan un gran auge haciendo que las empresas multipliquen sus ganancias; así, las empresas comprendían que más que invertir en su producción la inversión debería estar mayormente en la publicidad porque sería esta la que se encargaría de hacer llegar a la gente el mensaje y el estilo de vida que el consumo de las marcas suponía. Lograr que la gente se identifique con la marca de sus productos o que desee fuertemente acceder a ellos se convertirá en la razón de ser de las empresas, en el objetivo principal, pues de otra manera (aunque esto fuese bajar los precios) los resultados nunca serían los mismos
Todo esto, por supuesto, se daba en un contexto en el que prevalecían las políticas de desregulación y privatización, la reducción de impuestos y el aniquilamiento del sector público fueron medidas impulsadas por el neoliberalismo de Donald Reagan o Margaret Tatcher, por ejemplo. Estas medidas favorecieron enormemente el crecimiento de las multinacionales, haciendo de ellas instituciones de poder mundiales a nivel económico.
De esta manera, las marcas pasaron a constituir elementos fundamentales para la venta y la obtención de beneficios de las empresas, actualmente no se puede hablar de empresa sin hablar de marca. Es ella la que entabla la conexión entre el consumidor y el producto, la que le da sentido a la obtención de un artículo pues su obtención muchas veces constituye más que la obtención de dicho artículo la compra de una identidad, la compra del poder ser de una determinada manera. Los consumidores preferirán unas marcas a otras no precisamente por la calidad del objeto que adquieren sino más bien por lo que significa ser consumidor de esa determinada marca.
Podemos concluir que las marcas son un elemento vital para el sistema capitalista actual. Estas son el elemento fundamental del capitalismo del consumo, el de comprar y vender; pero no sólo se trata de comerciar con los objetos, es decir, con la producción, sino de pagar por una identidad, de pagar por una sensación. No debemos olvidar, además, el poder de las marcas y de la publicidad a la hora de generar estereotipos de todas las índoles, pero que siempre tendrán como objetivo la proliferación de las ventas y la obtención de beneficios para las mismas.
 Este capitalismo actual que incita a la gente a comprar lo que en otros tiempos sería incomprable, a no solamente comprar bienes materiales sino a comprar también subjetividad. Se ha comprado y vendido en términos de recursos materiales todo lo que ha sido posible, eso ya no es suficiente, ahora para poder obtener beneficios se debe brindar a la gente sensaciones, se deben vender identidades, se debe vender sentimientos. Una marca no es solamente tal, sino que es también una especie de pasaporte social, si se puede utilizar Levi’s, comprar un iphone o tener un Mercedes probablemente se estará más integrado que quien no pueda acceder a ello, o por lo menos se creerá estarlo. Lamentablemente es así como está configurada nuestra actual sociedad de consumo.


[1] http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=marca
[2]Utilizamos aquí la teoría del moderno sistema-mundo de Inmanuell Wallerstein.
[3] Anglicismo utilizado para referirse al proceso de hacer o construir una marca.


domingo, 17 de octubre de 2010

Ética ¿Lo hemos pensado?

    A veces podríamos estar confundidos, sobre todo en estos tiempos que a veces llamamos posmodernidad, sobre lo que concierne a nuestra ética y preguntarnos ¿En qué basamos nuestra vida? ¿Qué entendemos cuando escuchamos “ética”? ¿De qué manera vivimos y qué es lo que debemos respetar ? Muchas veces podríamos tener como principio una religión, una ideología, o quizá otras veces ni nos hayamos parado a pensarlo un momento. Leía un pequeño escrito de Umberto Eco titulado Cuando entra en escena el otro. En este escrito él señala la existencia de nociones universales en todas las culturas, nociones como tener idea de lo que es arriba o abajo, izquierda o derecha, comer, beber, oler, caminar, sentir, desear. Y es que además sabemos que cuando se nos prohibe comer, caminar, hablar, ver, o cuando se nos maltrata física o psicológicamente sufrimos mucho, nos duele. Esta semántica se ha convertido en la base para una ética, dice Eco, porque “ante todo, debemos respetar la corporalidad ajena, entre los cuales debemos incluir el derecho a hablar y a pensar. Si nuestros semejantes hubieran respetado estos <<derechos del cuerpo>>, no habríamos tenido la degollación de los Inocentes, los cristianos en el circo, la noche de San Bartolomé, los autos de fe, los campos de exterminio, la censura, los niños en las minas, los estupros de Bosnia”. Así, no hacer a los demás lo que no quiere que se le haga a uno debe ser un principio que debemos comprender antes que nada.
     La dimensión ética empieza cuando entra en escena el otro. Toda ley, moral o jurídica, regula siempre relaciones interpersonales, incluidas las relaciones con ese Otro que la ley impone”. Con esta idea percibimos una vez más que somos inevitablemente seres sociales y que no podemos vivir sin interrelacionarnos. No voy a señalar todo el texto, pues aunque es muy corto, lo que me interesaba mostrarles eran estas ideas, ideas que a mi parecer nos ayudan mucho, pues dejando un momento de lado nuestras ideologías o religiones podemos pararnos a pensar en que nuestras relaciones son importantes en nuestra vida y que no podemos vivir si no nos tomamos en cuenta los unos a los otros, pero que sin embargo muchas veces no actuamos pensando de esta manera sino siendo guiados por otras cuestiones, que quizá nos dejen de lado a nosotros mismos.
    Siempre he pensado, y ahora con más razón, que la empatía es algo que deberíamos practicar con más constancia, pero que no dudo nos cuesta muchísimo. Y por este mismo lado me parece interesante observar que algo tan complicado y tan debatido filosóficamente como la ética pueda quizá tener una base tan sencilla y tan complicada a la vez como el respeto al cuerpo del otro y a todo lo que de él derive.

Perdón por experimentar con sus pacientes y presos, lo lamentamos mucho


    Hace unos días leía en el diario las disculpas hechas por Estados Unidos a Guatemala, estas ofrecidas por el hecho de haber experimentado con casi setecientas personas guatemaltecas durante la década de los cuarenta, infectándolas con sífilis y gonorrea sin su consentimiento para poder así probar los efectos de la penicilina. Además, no había mejor idea que hacerlo sobre presos y pacientes psiquiátricos, de esta manera se aseguraba el hecho de que nadie reclamara por los derechos de nadie. Quizá esta noticia nos sorprenda, pero no debería hacerlo tanto pues la utilización de poblaciones periféricas que abusan y no respetan la dignidad y la vida de personas no es algo que haya ocurrido únicamente durante los años cuarenta. Nada curioso, además, resulta el hecho de que estas personas hayan sido presos y pacientes psiquiátricos, pues sabemos algo del trato que reciben y más aún si nos referimos a poblaciones periféricas. Pero quizá estas disculpas no deberían ser las únicas que pide Estados Unidos, lamentablemente y de la misma manera la experimentación con la píldora anticonceptiva fue realizada sobre la población negra y femenina de Puerto Rico, así como también sobre pacientes psiquiátricas. ¿Cuántos casos más que no conocemos se habrán llevado a cabo o se seguirán dando? Pero estas cosas ocurren y sólo podemos esperar disculpas lamentables.

sábado, 16 de octubre de 2010

¿Un blog? ¿Para qué? ¿Por qué?

    Estas preguntas fueron lo primero que se me vino a la cabeza en el momento en que me enteré que tenía que crear un blog y que era requisito para una asignatura. Debo decir sin embargo que no era la primera vez que me veía ante esto: ya lo había pensado antes, pero cada vez que se me ocurría pensaba que aunque sería buena idea y que a lo mejor habían cosas que pensaba o que tal vez me gustaban mucho y que todo eso lo podría compartir con otrxs escribiendo en un blog,  ese era un motivo suficiente para hacerlo; pero que siempre, incluso ahora que lo tengo que hacer porque lo tengo que hacer y no hay más, me cuesta mucho el simple hecho de comenzar a hacerlo, de comenzar a escribir.
    Quizá no sea la única a la que le pasa, pero siento que es una buena oportunidad, una oportunidad para vencer los miedos, que aunque pueda parecer una tontería, vencer el miedo a escribir es un miedo que tenía encerrado y del que era consciente. ¿Por qué? Es lo que me preguntaba yo misma. Imagino que ese miedo a escribir deriva mayormente del hecho de que no lo tengo como un hábito y por lo mismo el hecho de expresar algo o de argumentar y explicar de esta manera me resulta difícil, complicado, y las cosas cuando son así, he de reconocerlo, cuesta más trabajo decidir iniciarlas. Creo que esta es una buena manera de empezar a escribir habitualmente, de corregir mis errores mediante la práctica y de darme cuenta todo lo que podemos hacer con simplemente ponernos en ello. En fin, empecemos.